Barroco, Modernidad, subjetividad y deseo

Resumen

Hansen (2013) sostiene la idea de que la literatura producida por lo que convencionalmente se denomina barroco debe entenderse ante todo desde la “institución retórica” y la “mímesis que emula modelos de autoridades” (HANSEN, 2013, p. 53), procedimientos artísticos que prevalecieron a lo largo de los siglos XV y XVI y que sirvieron de base tanto para la creación poética como para su valoración. El crítico acusa al romanticismo de haber condicionado anacrónicamente nuestra comprensión del barroco a una condición estético-subjetiva de la que intuimos que el origen de la forma barroca sería la existencia de un sujeto barroco. Sin desconocer la existencia e importancia de estos procedimientos, partimos, como Riegl (2014), de la idea de que diferentes formas artísticas revelan diferentes voluntades artísticas. Como voluntad artística entendemos todo lo que implica una época y una cultura en su sentido más complejo. La compresión de un estilo y los contrastes que instituye en relación con su antecesor revelan condiciones subjetivas y existenciales específicas; diferentes concepciones del arte, la forma y la cultura; complejas intenciones individuales, sociales, políticas y filosóficas. Las diferencias entre las formas del Renacimiento y el Barroco, por ejemplo, existen porque los temas y las culturas que las engendraron también difieren. La obra de arte expresa la actitud espiritual del artista hacia el mundo y su tiempo. El objetivo de este trabajo es demostrar que la estética barroca, además de ser la primera manifestación artística de una condición moderna, la individualidad, puede ser tomada como un movimiento situado específicamente en la historia, pero también como un paradigma estético-subjetivo capaz de mimetizarse formalmente. esta nueva condición subjetiva y moderna de sujeto individualizado, estructurado simultáneamente desde la carencia y el deseo.